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Familia venezolana en Hungría brinda su casa como refugio temporal a ucranianos

Una familia procedente de Venezuela y radicada en Hungría está brindando refugio temporal a ucranianos que se han desplazado de su país natal, abrumados por el horror de los bombardeos rusos y la guerra.

Cincuenta personas, entre madres e hijos, además de cuatro perros. Esa es la estadística que hasta el miércoles 16 de marzo registraba la venezolana residenciada en Budapest, Elvira Korossy, sobre la cantidad de ucranianos a la que ha dado refugio temporal durante las últimas tres semanas. Madres e hijos que huyen del horror de los bombarderos y de la destrucción de su entorno. Madres e hijos llenos de miedo y angustia. Madres e hijos que son recibidos por una familia de extraños, que le brindan comida, cama y quizás lo más importante, la inspiración para creer en la bondad humana y no perder la fe, a pesar de la guerra.

Elvira, su esposo Ronald Bolívar y sus tres hijos Robert, Eleanys y Loreanys son oriundos del estado Vargas, en la zona central venezolana. Su padre, Pablo Korossy, llegó en barco al puerto de La Guaira escapando de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.

“Mi papá es húngaro y en esa oportunidad le tocó huir de aquí y llegó como migrante a Venezuela. Conociendo su historia, sabemos cómo se siente enfrentar una guerra y tener que abandonar todo por el miedo de perder la vida. Mi padre encontró grandes oportunidades y personas que le ayudaron en Venezuela. Ahora nosotros estamos haciendo lo que creemos es lo correcto”, relata Elvira a El Pitazo, en una conversación vía plataforma WhatsApp.

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Los Bolívar Korossy decidieron migrar a Hungría en busca de nuevas oportunidades para sus hijos hace tres años. La situación de Venezuela los hizo retornar a la tierra del padre de Elvira, Pablo, quien es recordado como uno de los maestros pasteleros más apreciados en la cocina del Hotel Macuto Sheraton en Caraballeda. Pablo Korossy aprendió el oficio en Budapest y lo transmitió a muchos jóvenes que se formaron en el área de la pastelería en el hoy desaparecido hotel cinco estrellas.

Tras instalarse en el país de su padre, la familia tomó cursos de húngaro y Elvira solicitó la nacionalidad, extendiendo el beneficio de ser ciudadanos a su esposo e hijos. Hoy, el matrimonio trabaja y dos de los hijos cursan carreras universitarias.

“Que me iba a imaginar yo que nos iba tocar vivir esto, junto a mi familia. Es una experiencia muy conmovedora, pero entendemos que somos unos instrumentos de Dios y estamos aquí con un propósito”, relata la mujer, que admite que tres hechos la han marcado para tener la disposición de abrir las puertas de su casa: su profunda fe cristiana, el ser la hija migrante de otro migrante y haber sobrevivido a la Tragedia de Vargas.

Mi papá es húngaro y en esa oportunidad le tocó huir de aquí y llegó como migrante a Venezuela. Conociendo su historia, sabemos cómo se siente enfrentar una guerra y tener que abandonar todo por el miedo de perder la vida

 

Sumar desde el voluntariado

 

Elvira relata que tras el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, el 24 de febrero pasado, en Hungría comenzaron a organizarse grupos de apoyo y voluntarios. “Se establecieron refugios, pero la movilización de personas afectadas por la guerra ha superado su capacidad de alojamiento. Entonces comenzaron a llamar a los ciudadanos residentes de Budapest que quisieran sumarse como voluntarios”.

Su hija Elianys, de 19 años de edad, conoció de la experiencia de otros y propuso a su familia sumarse en la cruzada.

“En algunas ocasiones se hace contacto previo por redes sociales, a través de grupos de voluntarios. En otras vamos con nuestro cartel que dice en ucraniano que damos hospedaje. En el cartel pusimos la bandera de Ucrania, de Venezuela y de Hungría”, dice Elianys, quien el día de la conversación con El Pitazo, se preparaba, junto a su familia, para ir a la estación a esperar a una madre ucraniana y su hija adolescente. La joven subió un video en su Instagram buscando ayuda y sus súplicas fueron escuchadas por la hija de Elvira, quien la contactó y le da hospedaje temporal, mientras logra salir al país europeo que será su destino, en este caso, España.

Además de hospedaje, los Bolívar Korossy dan alimentación a sus invitados y ayuda para el traslado para su siguiente destino. Las familias pueden durar desde un día hasta una semana en su casa. Ellos son el primer lugar seguro luego de dejar atrás la guerra.

“Nosotros estamos felices por esta labor que estamos haciendo, pues es una obra para Dios. Nos ha tocado que llegan personas que solo hablan ucraniano o ruso, pero igual logramos entendernos. El traductor de Google ha sido un gran aliado. Sin embargo, y esto te lo digo desde el corazón, estoy más que convencida de que el verdadero lenguaje universal es el amor que Dios pone en cada uno de nosotros, con una misión de vida”, indica Elvira, explicando que en su casa han dispuesto de dos habitaciones para recibir a las madres con sus hijos y hasta, alguna que otra, mascota.

Al consultarle, qué es lo que más le ha marcado de esta experiencia, Elvira no duda en referirse a la valentía de las mujeres ucranianas. “Llegan con mucho miedo, pues han vivido una experiencia dura. Han pasado días en tren. Algunas han logrado traer una maleta, mientras que otros llegan solo con lo que tienen puesto. Son madres guerreras. La mayoría, ni siquiera tienen un destino pautado donde llegar. Hemos encontrado a madres llorando y nerviosas en la estación de trenes, sin saber dónde van a pasar la noche y allí estamos nosotros. Hacer el bien es gratificante”.

Estoy más que convencida, que el verdadero lenguaje universal es el amor que Dios pone en cada uno de nosotros, con una misión de vida

Elvira Korossy, migrante venezolana en Hungría

“Cada familia que hemos recibido es una historia. Llegan muy afectados por lo que están enfrentando. Sin embargo, sentimos que la estancia en casa les sirve para sanar, para ver como una familia está dispuesta a abrirles sus puertas y no pierdan la fe y la esperanza en el prójimo. Lo más bonito, es el agradecimiento. Muchas madres se ofrecen antes de irse para hacer una cena o preparar un plato típico de Ucrania. Es muy bonito, porque ahora ellos son parte de nuestra historia y nosotros de la de ellos”, acota con emoción Elvira.

Los Bolívar Korossy piensan seguir yendo a la estación de trenes de Budapest hasta que la crisis en Ucrania se detenga. Saben que su labor marca la diferencia y es la mejor forma de agradecer y compartir las bienaventuranzas que, sienten, han recibido como familia.

Con información de El Pitazo