“Lo que me costaba hace 20 días 1 dólar, hoy me cuesta 1,75. Ha aumentado todo y el poder adquisitivo de la gente no alcanza”, dice Álvaro Hernández, quien ha administrado un kiosco de golosinas, cigarrillos y billetes de lotería por 17 años.
Durante todo el año la tasa de cambio se mantuvo entre 4 y 5 bolívares por dólar, pero en agosto se volvió a sentir la volatilidad que se vivió entre 2017 y 2021, cuando Venezuela entró por primera vez en hiperinflación. El subidón provocó que vendedores como él tuvieran que ajustar sus precios, para molestia de sus clientes.
“Yo trabajo de lunes a lunes para medio comer. Esa es la gran verdad, ¿por qué? Porque las personas no tienen cómo comprar. Si no vendo, no tengo ganancia tampoco”, lamenta Hernández.
Venezuela salió en enero de este año de la segunda hiperinflación más larga en la historia después de la que experimentó Nicaragua. Volver a ese escenario no es descartable, advierten expertos.
“Ese es un riesgo que puede estar más cerca de lo que queremos, y eso se debe a la forma en que se ha logrado salir de la hiperinflación”, advierte la economista y directora de la firma Síntesis Financiera, Tamara Herrera.
Herrera explica que el proceso de aceleración de precios se detuvo gracias a una política restrictiva.
“Dado que nosotros no podemos hacer automáticamente un rescate de confianza en el bolívar (la moneda local), y todo el mundo sigue buscando dólares, se restringió la cantidad de bolívares disponibles, y en eso llevamos cuatro años. Eso ha costado acabar con el crédito severamente y contraer el gasto público con una disciplina muy fuerte”, detalla la economista.
El músculo de la estrategia estatal se basa en los ingresos petroleros, según la especialista, y si no se recuperan, será muy difícil mantener a raya la inflación. No en vano las proyecciones del chavismo son positivas.
“Venezuela ha crecido un 17 por ciento de crecimiento económico en los últimos cuatro trimestres y la proyección de este año se pierde de vista”, señaló Nicolás Maduro en una alocución televisada este martes.
Un optimismo que no comparte María Freites, jubilada de la administración pública, quien sortea la crisis económica con las remesas que le envían sus hijos.
“Gasté el doble en el automercado el fin de semana y compré menos cosas. Yo todos los días podía comer carne, pollo o pescado. Ahora uno lo reduce a dos veces por semana, y lo demás son vegetales, frutas y granos”, cuenta Freites.
El alto costo de la vida ha llevado a que los venezolanos más pobres reduzcan hasta un 34 por ciento los alimentos que antes podían consumir, al no tener dinero suficiente para pagarlos, según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello.
Con información de Voz de América