Janoko es una zona de 1.340 metros cuadrados, en el municipio Cantá, en la que se han establecido los indígenas venezolanos que migraron de Venezuela en busca de nuevas oportunidades de sustento en Brasil, según reseña IPS
Familias pertenecientes a la comunidad warao han hecho esfuerzos desde 2017 para integrarse en Brasil, en el estado fronterizo de Roraima. Hoy en día han comenzado a establecerse en una zona que ha adoptado el nombre de Janoko, reseña la agencia de noticias IPS.
En un terreno de 1.340 metros cuadrados, en el municipio Cantá, en el que se contabilizan 20.000 habitantes, se ven viviendas improvisadas con madera fabricadas por los indígenas venezolanos que buscan establecerse para llevar una vida similar a la que tenían en el delta del Orinoco, en Delta Amacuro, Venezuela.
La mayoría de las familias forman parte de los waraos, pero también hay personas del pueblo kariña, que proviene de diversas zonas del oriente de Venezuela.
En Janoko viven 68 personas, distribuidas en 22 familias, de las cuales 15 tienen derecho al terreno, por lo que sobra poco espacio para el cultivo de yuca, frutas y verduras. Sin embargo, los indígenas se las arreglan para sobrevivir, pues al ser principalmente agricultores, tener una tierra en la cual puedan trabajar es algo fundamental.
Francisco Flores, un warao de 26 años, después de dos años viviendo en un albergue consiguió un trabajo en Boa Vista que le permite ahorrar para construir su casa y la de su suegro en la comunidad Janoko, donde viven su pareja, hija, sobrina y padres.
A Diolimar Tempo, de 38 años, la producción de casabe y la torta de pan le aseguran un ingreso con el cual mantener a su familia, mientras que su padre es el inventor de la máquina con la que muele la yuca para hacer la harina.
Campamentos precarios
Una oportunidad como la de Janoko es la que desean alcanzar los integrantes de la comunidad warao que se encuentran alojados en un campamento de Pintolandia. La Operación Acogida del Ejército brasileño, con apoyo de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), estableció a varias familias venezolanas en este espacio y no les ha facilitado el traslado hacia otras zonas de Brasil.
Pintolandia, un barrio del oeste de Boa Vista, es hoy en día un campamento que aloja a 312 indígenas venezolanos. En marzo de este 2022 dejó de ser un espacio oficialmente dirigido a esta comunidad, por lo que sus condiciones comenzaron a decaer y ahora es considerada una ocupación irregular con la llegada de nuevos migrantes.
La Operación Acogida decidió transferir a los indígenas venezolanos a Tuaranoko, pero muchos rechazaron el traslado debido a que los niños tendrían que dejar de asistir a la escuela y la nueva ubicación no concordaba con lo que deseaba la comunidad indígena y sus costumbres.
“El nuevo albergue está muy lejos de las escuelas, los niños allá dejaron de estudiar. Los de acá, 46 niños, siguen estudiando. Esa fue la primera razón del rechazo (…) La Operación Acogida no respeta nuestras costumbres, no nos consulta para la toma de decisiones”, explicó a IPS Euligio Baez, uno de los líderes warao.
Los indígenas venezolanos se quejan de amenazas y presiones para forzarlos a aceptar el nuevo albergue. Desde septiembre, se les suspendió la entrega de alimentación, que sigue suministrada en Tuaranoko.
Jeremias Fuentes, otro de los líderes warao, asegura que anhelan tierras en las que puedan trabajar la agricultura porque la comunidad tiene dificultades para acceder al campo laboral y no hay alternativas para apoyar sus proyectos.
“Llevo seis años acá, sin que nada se haga para ofrecernos una alternativa de futuro mejor, de apoyo a nuestros proyectos. Los responsables saben que queremos un terreno, conocen nuestras ideas y el diagnóstico de los antropólogos”,
Con informaciòn de IPS