“Con pesar doy a conocer que el papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. Apenas sea posible se proporcionará mayor información”, dice el escueto comunicado que emanó de la oficina de prensa vaticana. La capilla ardiente se ubicará en la Basílica de San Pedro a partir del lunes 2 de enero por la mañana.
Benedicto XVI había pasado los años de su retiro en una residencia en el interior del Vaticano. No padecía ninguna enfermedad severa, sólo los achaques normales de su edad avanzada. Progresivamente había ido perdiendo la movilidad y la voz, lo que limitaba aun más sus apariciones públicas y su participación en oficios religiosos.
La única vez que dejó el Vaticano desde su renuncia fue para visitar a su hermano Georg en Alemania, en el año 2020, poco antes de que éste falleciera.
Su elección como Papa, el 19 de abril de 2005, no causó demasiada sorpresa: Joseph Ratzinger, entonces de 78 años, y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, era el más estrecho colaborador de Juan Pablo II desde comienzos de los años 80.
Sus primeras palabras desde la ventana que da a la Plaza de San Pedro, ya como papa Benedicto XVI, fueron dichas con la humildad y sencillez que lo caracterizaron siempre: “Queridos hermanos y queridas hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor…”
Joseph Ratzinger nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (era Sábado Santo, algo que el propio futuro Papa consideró siempre como una predestinación), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la gendarmería, provenía de una familia de agricultores de la Baja Baviera, de condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de artesanos de Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó como cocinera en varios hoteles.
El Sábado Santo refleja “la situación de nuestro siglo, y también la de mi vida”, decía Ratzinger. “De un lado, hay oscuridad, cuestionamiento, peligros, amenaza, y del otro la certeza de que hay luz, de que vale la pena vivir y seguir. El Sábado Santo es un día en que Cristo está misteriosamente oculto y a la vez presente, y eso se ha vuelto un programa de vida para mí”, explicaba este Papa de profunda fe y extensa formación teológica.
SURGEN LAS INCÓGNITAS
Pero esta muerte acarrea una serie de nuevos detalles que jamás, desde 1296 a la muerte de Celestino V habían ocurrido. Bonifacio VII era papa cuando el papa emérito Celestino murió, aunque las circunstancias eran muy diferentes. Hace 797 años que un hecho similar no ocurre dentro de la Iglesia católica.
Los ritos funerarios ante la muerte de un pontífice son complicados y muy ritualizados. Pero Benedicto no es más el Papa, es un obispo emérito de la ciudad de Roma. Y no hay recuerdo de cómo fueron las exequias de Celestino V. Por tanto, todo lo que detallaremos a continuación es cuando un papa muere y queda la sede vacante. Los rituales que se utilizarán en el caso del papa emérito Benedicto serán diferentes. ¿Será como el fallecimiento de un obispo emérito más?, dado que el Papa es el obispo de Roma. Lo que sí, y dada la novedad, se deberá implementar un ritual para este caso: es la segunda vez que ocurre en los dos mil años de historia de la Iglesia.
Una vez concluidos estos primeros ritos, el cuerpo del pontífice es retirado para ser lavado y revestido con los atributos papales. Salvo que el Papa haya dicho lo contrario, el procedimiento exige que se le extraigan las vísceras, que son depositadas en urnas que se conservan en la cripta subterránea de la iglesia de san Vicente y san Anastasio, frente a la Fontana de Trevi, en Roma.
Con información de Infobae