Hay que adentrarse en Petare, uno de los barrios pobres más grandes y peligrosos de América Latina, que se extiende por kilómetros a lo largo y ancho de una serie de colinas en el este de Caracas con decenas de calles extremadamente estrechas e inclinadas.
En lo más alto, en el sector San Blas, tras superar subidas empinadas que desafían a cualquier vehículo, está el negocio de Aray Arias Torres, una adolescente de 16 años que nos recibe alegremente después de una intensa jornada en el colegio.
En lugar de organizar su fiesta de quinceañera por todo lo alto, como suele ser tradición en varios países de América Latina, prefirió utilizar el dinero que se gastaría en la fiesta para montar su propio negocio en la planta baja de su casa.
“Estaba a punto de cumplir 15 años y no estaba segura de si quería que me regalaran algo o simplemente que me dieran el dinero para abrir una pequeña heladería”, cuenta a BBC Mundo.
“Al final decidí ayudar a mi mamá y a mi familia a hacer más dinero”, agrega la joven que vende helados por entre US$2 y US$8.
Como ella, muchos en Petare han decidido emprender y buscar oportunidades para paliar la crisis económica y social que golpea a Venezuela desde 2013.
Entre ese año y 2021, la economía del país sudamericano se contrajo en más de un 75% y al menos 7 millones de venezolanos emigraron a otros países, la mayoría de América Latina.
Pero durante el último año, después de que la economía tocara fondo con la pandemia de covid-19, ha habido un repunte económico impulsado por el aumento de la producción petrolera, la dolarización informal de la economía y el abandono de la política gubernamental de control de cambios y de precios, entre otros factores.
La Comisión Económica para América Latina (Cepal) estima que la economía venezolana crecerá un 10% en 2022, pero el Banco Central de Venezuela asegura que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país podría alcanzar el 18,70%.
Más allá de los números, algunos en Petare, como la familia de Aray, sienten una mejoría.
“La economía está más activa y movida en comparación a como estaba antes de la pandemia”, afirma su madre, Dayalín Torres.
La situación estaba tan mal en 2018 que Dayalín tuvo que emigrar a Panamá porque el dinero no le alcanzaba para cubrir sus gastos más básicos.
“Lo poco que ganaba apenas me alcanzaba para pagar su colegio y el transporte. No me alcanzaba para la comida”.
Dayalín, quien regresó a Venezuela en 2020, asegura que ahora con un empleo se pueden comprar más cosas.
Pero no todos están mejor.
La creciente desigualdad
“¿En dónde ha mejorado? ¿Para quién?”, replica María Cayone, de 41 años, quien ha pasado la tarde sentada afuera de su casa tratando de vender obleas, conservas de coco y helados junto a sus dos hijos más pequeños.
“La gente aquí en Petare se ha volcado a la economía informal, porque un sueldo por ejemplo de US$20, que es lo máximo que pagan, no alcanza para nada”, añade.
El salario mínimo en el sector público de Venezuela que es, individualmente, el mayor empleador del país, está fijado en 130 bolívares mensuales (unos US$6), un monto que se ha depreciado desde marzo de 2022, cuando equivalía a US$30.
María, quien tiene seis hijos, explica que ella y su esposo ganan muy poco vendiendo comida en la puerta de su casa, pero “al menos” se ahorran el dinero que gastarían en transporte si tuvieran que trabajar en otra parte de la ciudad.
Un pasaje de la estación del metro Petare hasta San Blas, donde ella vive, cuesta alrededor de medio dólar estadounidense, por lo que solamente salir del barrio le costaría al menos US$1, un monto que podría duplicarse si el destino final es el centro de Caracas, donde trabaja la mayoría.
“Los US$20 dólares mensuales que me pagarían se me irían básicamente en pasajes”, calcula.
La Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), publicada en noviembre de 2022 por la Universidad Católica Andrés Bello, reveló que, aunque por primera vez en siete años la pobreza multidimensional se había reducido en Venezuela, todavía el 58% de la población vive en la precariedad en 2022.
Al mismo tiempo, la desigualdad ha aumentado, convirtiendo a Venezuela en la nación “más desigual” de América Latina.
Según la encuesta, la diferencia de ingresos entre el segmento de población más pobre y el más rico ahora es de 70 veces.
No hace falta salir de Petare para experimentar esa desigualdad.
“Hay días que vendo 25 almuerzos, otros solo uno”
A un par de kilómetros del hogar de María, en el barrio Carpintero de Petare, Yeidis Morales abrió en julio de 2022 un restaurante en la planta baja de su casa.
“Al comenzar el año, mi esposo compró bloques y cemento y comenzó la construcción”, explica la madre de cuatro hijos, algunos de los cuales a veces ayudan con el negocio familiar.
El Sazón de Margarita abre todos los días a las 7:30am con empanadas y jugos. Al mediodía, el menú se transforma y ofrece almuerzos y cenas que incluyen “sopa, seco y jugo” por US$5.
“Cerramos a las 10pm normalmente, pero a veces la gente viene con sus familias y se quedan un poco más y tenemos que dejar abierto hasta medianoche”.
El miércoles que lo visité, el día estaba “flojo”, según Yeidis. Desde el mediodía hasta las 2pm solamente se acercaron dos adolescentes que se dieron la vuelta tras preguntar por el precio del almuerzo.
Yeidis afirma que a veces puede vender hasta 25 platos por día, pero no siempre.
“Hay días que vendo 15 almuerzos, otros vendo 10, pero a veces me pasa que solo vendo uno solo“.
Aun así, asegura que su calidad de vida ha aumentado en el último año.
“La delincuencia ha disminuido. Antes, frente a mi casa, había una pandilla que se dedicaba a robar en las noches. Ya no está”, explica.
El Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) registró un total de 1.397 homicidios en Venezuela entre enero y septiembre de 2022, lo que da una tasa de homicidios de 116 por mes.
Pese a que esa cifra sigue situando a Venezuela entre los países más violentos de América Latina, el número es mucho menor a los 923 asesinatos por mes registrados en 2021.
Expertos atribuyen el descenso de la delincuencia a la emigración de algunas pandillas, el empobrecimiento del país, que ha reducido las oportunidades para el crimen, y a “ejecuciones extrajudiciales” perpetradas por fuerzas del orden.
Yeidis también ha visto una mejoría económica.
“Tras la pandemia la gente empezó a crear negocios y a emprender mucho más. Aquí cerca hay una chica que hace pizzas, otra familia que hace postres, en fin, la gente ha comenzado a salir adelante”, añade.
El plan de esta caraqueña y de su familia es hacer que el negocio siga creciendo y abrir otro restaurante en otra zona en el futuro.
Un crecimiento “desordenado”
El economista venezolano Luis Vicente León, presidente de la consultora Datanálisis, asegura que si bien el repunte económico del país es palpable, la mejora no ha sido homogénea.
“Ni todos los sectores ni todos los estratos sociales ni las regiones han crecido de manera equivalente”, le dice a BBC Mundo.
“Es un crecimiento desordenado que se concentra, como suele pasar, en los sectores no transables de la economía, es decir, el comercio, los servicios, la tecnología, distribución y la salud, pero que obviamente arrastra a otros sectores que lo están pasando peor”, prosigue.
León resalta que aún a la economía venezolana le falta “muchísimo” para recuperarse.
“Venezuela tendría que crecer 346% para recuperar el terreno perdido”, afirma. “Necesita 20 años de gran crecimiento económico para que tenga la economía que tenía en 2013″.
El economista además advierte que si el gobierno venezolano no resuelve los problemas de fondo de la economía, el crecimiento se va a desacelerar y estancar.
“No se puede negar que la economía está mejor y que está creciendo, pero es un crecimiento desde el foso”, insiste.
“Si te sales de los focos donde se han visto mejoras, se ve un país que sigue estando en ruinas”.
“Hago el trabajo que me salga”
El acceso a dólares es vital en la Venezuela de hoy, que vive una dolarización de facto.
Además de los emprendedores, aquellos que reciben remesas de familiares en el extranjero o sueldos en dólares, que son una minoría, están mejor que el resto.
Digsa Aponte es vecina de Yeidis y se describe como una “utility”.
“Soy repostera, peluquera, manicurista, costurera, diseñadora… El trabajo que me salga lo hago a domicilio o los clientes vienen a mi casa”, explica la señora, a la que la pensión de 130 bolívares (US$6) no le alcanza “para nada”.
“Antes de este gobierno yo tenía mi propia empresa de diseño de moda y hacía ropa para grandes tiendas como Selemar. Ahora no tengo nada”, dice sentada en una mesa de restaurante El Sazón de Margarita.
Ella va con frecuencia al negocio de su amiga Yeidis, pero pocas veces para comer. Los US$5 que cuesta el almuerzo es la mitad de su pensión mensual y ahora tiene otras prioridades, como comprar medicinas para su madre, que sufre de diabetes e hipertensión arterial.
Los vecinos de Petare también se quejan de que la calidad de los servicios van “de mal en peor”.
Digsa asegura que frecuentemente se queda sin luz, mientras que Aray, desde su heladería, cuenta que una vez perdió varios litros de helado que se le descongelaron tras un apagón que duró más de 24 horas.
Desde su hogar, Miguel Ángel García, un vecino de Digsa que tiene 72 años y vive en la calle principal de Carpintero, fue chofer de un autobús durante cuatro décadas hasta que se le quemó el vehículo en 2017.
Él y su esposa hoy dependen, como muchos venezolanos, de su pensión estatal (US$6 mensuales) y US$100 que le manda su hija administradora de empresas que vive en Colombia.
Afirma que ese dinero le rinde cada vez menos debido al “incesante” aumento de precios en Venezuela.
En Petare, algunos precios son similares o inclusos superiores a capitales europeas con mayor poder adquisitivo como Madrid o Lisboa.
Mientras que Yeidis vende sus almuerzos por US$5, el kilo de pollo en una tienda local cuesta unos US$4,5, el de un queso local puede alcanzar los US$5, mientras que un litro de leche cuesta alrededor de US$2,3 y una lata de atún se vende por US$2 o US$3, dependiendo de la marca.
De acuerdo a cifras del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), la inflación en Venezuela fue de 305,7% el año pasado, la más alta de América Latina y el mundo.
“Venezuela se acabó y pasarán muchos años para que mejore”, opina con tristeza Miguel Ángel García desde su humilde vivienda en la barriada más grande y quizá la más conocida de Caracas, descrita por algunos como “una ciudad dentro de una ciudad”, con sus propios restaurantes. peluquerías, bares, mercados y una economía que se mueve por sí sola.
Otros, como Aray, son más optimistas. Ella espera que su heladería prospere para cumplir con su sueño de abrir un café y, más adelante, un negocio para su mamá, que actualmente “trabaja demasiado”.