En la última década, Venezuela ha experimentado un significativo incremento en la pobreza, agravado por la hiperinflación que ha afectado gravemente los ingresos de la población. Lissette González, coordinadora de Monitoreo, Investigación y Difusión de la ONG Provea, destaca que este proceso ha deteriorado la calidad de vida de millones de venezolanos. Según la experta, la única solución viable pasa por el aumento de salarios y la creación de empleos dignos que permitan superar la crisis social y económica que enfrenta el país.
La caída del ingreso y el aumento de la pobreza
Uno de los principales factores que ha impulsado el crecimiento de la pobreza en Venezuela es la drástica reducción del salario mínimo en términos de dólares. Según González, en 2013 el salario mínimo equivalía a 75 dólares, mientras que en la actualidad apenas alcanza los 3 dólares. Esta caída en el poder adquisitivo ha llevado a que muchas familias venezolanas no puedan cubrir sus necesidades básicas, lo que ha generado un aumento en los niveles de pobreza.
Este descenso en los ingresos se ha traducido en una pérdida de calidad de vida generalizada, afectando no solo la capacidad de acceder a bienes y servicios esenciales, sino también el acceso a oportunidades de desarrollo personal y profesional. Para revertir esta situación, González insiste en la necesidad de incrementar los salarios y mejorar las condiciones laborales en todo el país.
Impacto a largo plazo en las nuevas generaciones
La pobreza no solo afecta a las generaciones actuales, sino que también tiene graves repercusiones a largo plazo, especialmente en los niños y jóvenes. Crecer en un entorno de pobreza extrema tiene consecuencias profundas en el desarrollo físico y educativo de los menores. La falta de acceso a una alimentación adecuada y a servicios de salud de calidad perjudica el desarrollo cognitivo y físico de los niños, lo que a su vez limita sus capacidades para alcanzar el éxito académico y laboral en el futuro.
A pesar de que la educación pública en Venezuela es gratuita, González subraya que los costos indirectos, como la compra de útiles escolares, hacen que muchas familias no puedan enviar a sus hijos a la escuela. Esto genera una pérdida significativa de capacidades educativas en la población, lo que podría tener consecuencias graves a largo plazo en términos de capital humano y desarrollo social.
La discriminación como consecuencia de la pobreza
Además de las consecuencias económicas y educativas, la pobreza también genera discriminación. González pone como ejemplo el caso del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME), que impone restricciones a las personas que no cumplen con ciertos códigos de vestimenta. Si una persona vive en condiciones de pobreza extrema y no tiene recursos para vestirse adecuadamente, podría ser discriminada y negársele el acceso a servicios esenciales, como la obtención de su cédula de identidad.
Este tipo de discriminación agrava aún más las condiciones de vida de las personas en situación de pobreza, impidiéndoles ejercer sus derechos básicos y perpetuando un ciclo de exclusión social que es difícil de romper. La pobreza, por tanto, no solo afecta la economía, sino que también tiene un impacto directo en la dignidad y los derechos de las personas más vulnerables de la sociedad.
La pobreza en Venezuela ha crecido de manera alarmante durante la última década, afectando gravemente la calidad de vida de millones de ciudadanos. La drástica caída de los ingresos, combinada con la falta de acceso a servicios básicos y el aumento de la discriminación, ha generado una crisis social que impacta tanto a las generaciones actuales como a las futuras. La solución, según Lissette González, pasa por mejorar los salarios y crear empleos dignos, lo que permitiría a las familias venezolanas salir de la pobreza y reconstruir su futuro.