En medio de la solemnidad del funeral del papa Francisco, una escena conmovió a miles de fieles y se volvió símbolo de afecto y cercanía. Sor Geneviève Jeanningros, una monja francesa de 81 años, logró acercarse al féretro del Pontífice en la Basílica de San Pedro, a pesar de no formar parte del protocolo oficial.
Con una mochila verde al hombro, Sor Geneviève se inclinó en oración frente al ataúd, sin que ningún guardia suizo ni autoridad del Vaticano se atreviera a detenerla. Permaneció allí durante varios minutos en absoluto silencio, con lágrimas recorriendo su rostro. La escena fue descrita por el periodista Hernán Reyes Alcaide, quien cubrió diez años de pontificado del papa Francisco.
Una amistad de más de 40 años
Sor Geneviève Jeanningros es miembro de la orden de las Hermanitas de Jesús y ha dedicado más de cinco décadas a ayudar a comunidades marginadas en Roma, especialmente a mujeres transexuales y feriantes del barrio de Ostia. Durante años vivió en una caravana, compartiendo su vida con quienes atendía.
La monja también es sobrina de Léonie Duquet, una de las monjas desaparecidas durante la última dictadura argentina, lo que fortaleció su lazo con Jorge Mario Bergoglio, hoy fallecido, pero por siempre su amigo.
El papa Francisco y Sor Geneviève compartían una amistad profunda y un compromiso común por los más necesitados. Ella fue clave para que el Pontífice se acercara a comunidades de personas trans y feriantes, llevándolas incluso al Vaticano. Francisco las recibía, conversaba con ellas y, en algunos casos, les ofrecía ayuda directa y apoyo espiritual.
Un gesto de amor más allá del protocolo
El gesto de la religiosa, que saltó el protocolo para despedirse de su amigo, se convirtió en un símbolo de esa Iglesia cercana e inclusiva que defendía Francisco. Conocida por su fuerte carácter y su labor constante, el Papa le decía con cariño “l’enfant terrible”, en reconocimiento a su audacia y compromiso con los marginados.
En julio de 2024, logró que el papa Francisco visitara personalmente un parque de atracciones en Ostia para encontrarse con los feriantes, un evento que dejó huella en la comunidad.
Sor Geneviève representa esa Iglesia en salida que Francisco tanto promovió. Su silenciosa despedida en el corazón del Vaticano fue un acto de amor, gratitud y resistencia, en honor a un papa que siempre la apoyó en su misión de llevar consuelo a quienes viven en los márgenes.
El Pontífice le abrió las puertas del Vaticano a sus acompañados, y ella le abrió su corazón hasta el final. Porque, como demostró con su gesto, el amor y la fe no entienden de protocolos.
