La deportación de Franyeli Carolina Zambrano, una venezolana de 30 años, refleja las contradicciones del sistema migratorio estadounidense. El 15 de marzo, cuando el juez James E. Boasberg ordenó verbalmente detener las deportaciones de migrantes venezolanos desde Texas, Franyeli ya estaba a bordo de un avión de ICE, esposada de pies y manos, sin saber que su destino sería El Salvador.
El vuelo partió desde Harlingen, Texas, desoyendo la instrucción judicial. Ella y otras siete mujeres pensaban que serían deportadas a Venezuela. En Maracaibo, su padre y sus cinco hijos la esperaban. Franyeli avisó que llegaría a Caracas. Pero el avión aterrizó primero en Guatemala y luego en El Salvador, sin aviso ni explicación.
Una deportación marcada por el engaño y la confusión
Franyeli había sido detenida un mes antes junto a su esposo, Rolando Barreto, en Utah. Ambos contaban con Estatus de Protección Temporal (TPS), pero fueron arrestados y trasladados a centros de detención en Nevada. Durante los interrogatorios, les preguntaron si eran parte del Tren de Aragua y les mostraron tatuajes “sospechosos”. Ambos negaron pertenecer a bandas criminales.
Luego de semanas encerrada, Franyeli fue encadenada y trasladada de madrugada. A bordo del avión, las mujeres no sabían su destino. Ninguna ventanilla podía abrirse. Al aterrizar, supieron que no estaban en Venezuela.
“Empezamos a llorar, los hombres a gritar, diciendo que no nos íbamos a bajar”, contó Franyeli.
ICE trasladó a migrantes al CECOT pese a fallos judiciales
Las imágenes posteriores mostraron a 238 hombres bajando esposados del avión en El Salvador y entrando al CECOT, una mega cárcel con capacidad para 40.000 presos. Aunque las mujeres no fueron ingresadas al penal, vivieron la incertidumbre y el engaño. Ese mismo día, sin bajar del avión, fueron devueltas a Estados Unidos.
Organizaciones como Human Rights Watch han denunciado estas deportaciones como desapariciones forzadas. Los deportados han quedado incomunicados, sin acceso a representación legal ni a sus audiencias.
“Que la deporten ya, no es justo lo que están haciendo”
Casos como el de Gladys Yoleida Caricote, otra mujer del grupo, demuestran la precariedad. Su familia asegura que ha sido golpeada en prisión, sufre ataques de pánico y está en aislamiento en Texas. Piden que sea enviada de inmediato a Venezuela.
Solo tres de las ocho mujeres han sido repatriadas. El resto permanece en detención, sin saber su destino. Franyeli volvió a Maracaibo el 5 de abril. Allí espera noticias de su esposo, aún preso en El Salvador. “Estoy asimilando esto todavía, esperando saber de Rolando”, dijo. Su historia refleja la fragilidad del sistema legal cuando la migración se convierte en una política de fuerza.
Con información de elpais.com