José Manuel Ramos Bastidas dejó Venezuela en enero de 2024 con la esperanza de reunir dinero para costear el tratamiento médico de su hijo recién nacido. El niño padecía una afección respiratoria congénita que requería hospitalizaciones frecuentes, lo que hacía imposible cubrir los gastos con el modesto ingreso que Ramos obtenía lavando autos.
Por esa razón, emprendió un largo viaje desde Venezuela hasta la frontera de Estados Unidos, atravesando varios países de forma legal y ordenada. Una vez allí, solicitó asilo mediante la aplicación oficial del gobierno estadounidense, cumpliendo con todos los requisitos del proceso migratorio.
Fue detenido y aguardaba deportación tras negación del asilo
Su solicitud de asilo fue rechazada por un juez y un funcionario de inmigración. Sin apelar la decisión, Ramos fue detenido y quedó a la espera de su deportación a Venezuela.
Semanas después, con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, se inició una política migratoria más estricta. Entre las nuevas medidas se encontraba el traslado de ciertos inmigrantes venezolanos a la base militar de Guantánamo, en Cuba, como parte de una campaña contra presuntos pandilleros.
Ramos, de 30 años, temía ser incluido en esos traslados. En una videollamada con su esposa, expresó su angustia: “Tengo familia… No he cometido ningún delito”. Mostró un documento que, según afirmó, confirmaba que sería deportado a Venezuela próximamente.
Su familia nunca volvió a saber de él
Un mes después, Ramos se mostró más tranquilo. Habló con su esposa y dijo confiar en que pronto regresaría a casa. Su familia en Venezuela comenzó a prepararse para recibirlo: pensaban hacerle su plato favorito, pollo guisado, y dar gracias en la iglesia.
Sin embargo, nunca más supieron de él.
Hasta ahora, José Manuel Ramos Bastidas sigue desaparecido. Ni su familia ni sus allegados han recibido confirmación oficial sobre su paradero. Su caso se suma al de decenas de migrantes cuyo destino permanece incierto tras procesos de detención y deportación.