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La migración venezolana es un torrente de gente que ahora fluye por nuevas rutas

La migración de venezolanos es un torrente humano que, lejos de detenerse, sigue fluyendo hacia América y el mundo.

Ya son 6,1 millones de personas nacidas en Venezuela que se han movilizado a decenas de países sin planes inmediatos de retornar a su lugar de origen y que, en los últimos tiempos, apuestan hasta por nuevas rutas peligrosas para desplazarse, según concluyen investigadores y advierte un nuevo informe del fenómeno.

“La salida de venezolanos de su país es sostenida, no ha parado”, asegura Ligia Bolívar, investigadora sobre migración del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello, en conversación con la Voz de América.

Afirma que está observando “una elevación significativa” del desplazamiento de venezolanos en los recuentos fronterizos de países como Estados Unidos, hasta donde llegan atravesando a pie “una nueva ruta”: el llamado Tapón del Darién, una zona selvática que conecta la América del Sur con la Central, entre Colombia y Panamá.

Un informe de la organización Refugiados Internacional, publicado el viernes, advirtió que 31 % de los 13.425 migrantes que habían cruzado el Darién entre enero y marzo de este año era de nacionalidad venezolana.

“El viaje puede ser mortal, pero restricciones de visa, el aumento de la seguridad fronteriza, la incertidumbre económica, dificultad de acceso a oportunidades en los países anfitriones y la falta de vías legales alternas” empujan a miles de desplazados a buscar mejores condiciones más allá del Darién, apunta el texto.

Esas cifras de personas que cruzan esa área selvática duplican el registro de movilización en el mismo período, un año antes. El reporte advierte que quienes deciden atravesar el Darién lo hacen a pesar de que el gobierno de Colombia aprobó un Estatuto Temporal de Protección para Venezolanos (ETPV), que brinda 10 años de residencia, así como acceso a trabajo y al sistema de salud.

Bolívar, socióloga incluida la semana pasada en la Clasificación Mundial de Científicos y Universidades 2022, de los mejores 10.000 investigadores del mundo, subraya una “tendencia fuerte” entre los países latinoamericanos a mayores restricciones para los migrantes venezolanos. Las únicas naciones de Suramérica que no les exigen visas, por ejemplo, son Brasil y Colombia.

“Hay barreras cada vez mayores”, advierte, si bien reivindica el derecho legítimo de cada Estado de garantizar su seguridad y estabilidad con sus políticas.

La integración

Tanto Bolívar como Gustav Brauckmeyer, director del centro de investigaciones Equilibrium Cende, han tomado nota en los últimos tiempos de otra tendencia entre los países suramericanos, donde se concentra la mayoría de la migración venezolana: la integración tanto a su favor como de los Estados anfitriones.

Brauckmeyer, cuyas investigaciones suelen centrarse en tres de las naciones vecinas con mayor número de venezolanos, Colombia, Ecuador y Perú, apunta que el enfoque de la comunidad internacional hacia esa población desplazada se ha transformado de la asistencia humanitaria a la “integración socioeconómica”.

“Se busca generar políticas, programas y soluciones que deriven en una integración de la población venezolana”, dice.

“El desafío es que estos procesos de regularización no están aplicando para las personas que entran ahora. Siguen saliendo más personas de Venezuela que las que están retornando”, añade Brauckmeyer, politólogo de la Universidad de Marburgo, Alemania, y especialista en desarrollo económico en el Reino Unido.

El perfil de los migrantes venezolanos “varía”, describe Bolívar, por su parte. Una primera etapa del fenómeno, entre 2016 y 2018, incluyó a personas con alto nivel educativo y mayores recursos para obtener visas o pasaportes. Últimamente, quien se desplaza puede tener menos posibilidades y recursos.

Brauckmeyer señala que al menos 38 % de quienes llegan a países de la región andina tiene educación superior completa, se familiarizan con los sistemas financieros y hasta 60 % del total son personas menores de 40 años.

“Es un perfil que podría contribuir significativamente al desarrollo de los países, pero su vulnerabilidad es bastante alta. No se encuentran con una condición migratoria sostenible, sino con soluciones temporales” en sus destinos, indica.

Un futuro complicado

Ambos investigadores concluyen que la explosión de la guerra en Ucrania y de su consecuente migración hacia el resto del mundo occidental han complicado la cooperación y atención que antes despertaba la movilización venezolana.

Bolívar, por su parte, destaca que la economía mundial se ha visto afectada en distintas áreas y ello mina la robustez de la asistencia al migrante venezolano.

“La atención global de muchas de las agencias, los actores y los donantes que venían apoyando a los migrantes venezolanos ha tomado un giro hacia Europa, sobre todo tomando en cuenta de que está cerca” de ellos, afirma Brauckmeyer.

Los expertos no prevén una solución definitiva para la migración venezolana, pues esta nacería de un cambio estructural y de las condiciones de vida en su país, que no esperan en el corto ni en el mediano plazo.

Bolívar, asimismo, remarca que la pandemia por COVID-19 y la complicación energética mundial por la guerra en Ucrania ha empantanado aún más el fenómeno de movilización que se deriva de Venezuela.

“Cualquier persona que llegue a cualquier país va a conseguir una economía deprimida. No va a conseguir un país que sea capaz de brindarles beneficios a su propia población y menos a la de una que venga de otro país”, advirtió.

Con información de VOA