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Jubilados venezolanos venden caramelos y chocolates en camioneticas para completar precarios ingresos

A las 5:30 a. m. comienza el día de Victorino Carrillo. Siente con nostalgia el aroma del café que preparan los vecinos y, una vez llega a la avenida Sucre para comenzar su rutina en las calles de la ciudad, el de las empanadas y pastelitos que ya se fríen para ser vendidos.

Con nostalgia no solo por tener meses sin disfrutar de esos “lujos” como Dios manda, sino porque le recuerda a épocas en las que el ‘puestico’ de café de la esquina era parada fija antes de ir religiosamente a su lugar de trabajo.

Victorino tiene 71 años y al menos 30 de ellos los dedicó a la administración pública, como personal obrero de un ente ya desaparecido del Ministerio de Ambiente.

“Cuando empecé a trabajar ahí, todos en el barrio me felicitaban porque había logrado un buen puesto. Esforzándome pude construir mi casa, me compré cosas y nada me faltaba, aún cuando la cosa se puso ruda”, recuerda.

Hoy, jubilado tras años de esfuerzo, vuelve a madrugar luego de años de retiro para vender caramelos de leche en unidades de transporte público de Caracas y subsistir. “La cosa está difícil”, reconoce, y lo nota cuando se monta en tres y hasta cuatro camioneticas seguidas sin recibir ni un céntimo.

En los mejores días de su ruta entre Catia y Chacaíto hace cinco dólares o más, pero la edad pasa factura y sus problemas de tensión, en ocasiones, le impiden continuar una tarea que esperaba no repetir en su vida.

La jubilación es “El Dorado” que nunca fue

Jubilarse en Venezuela ya no es motivo de alegría para los trabajadores públicos, y menos cuando ya son adultos mayores. La ONG Convite determinó, en su más reciente encuesta aplicada a 3058 adultos mayores de varias regiones, que 49 % estaba pensionado por el Seguro Social y 29 % jubilado por trabajar en alguna dependencia pública.

Pero al menos 6 de cada 10 adultos mayores perciben menos de 50 dólares mensuales, según el mismo estudio, lo que impulsa a personas como Victorino a dejar el retiro laboral y buscar ingresos propios para alimentarse o comprar sus medicinas.

César Gardiel, por ejemplo, sale todos los días a vender chocolates en la calle, principalmente en camioneticas. Su ruta predilecta es la que recorre desde Montalbán hasta la avenida Baralt y lo hace para “más o menos para poder subsistir”.

Trabajó durante 35 años como asistente de protocolo de la Alcaldía de Caracas para ahora, con 63 años encima y un hijo de condiciones especiales esperando en casa, buscar como pueda vender al menos una caja de chocolates diaria para comprar alimentos que le puedan rendir, cuando mucho, un día y medio.

Con 130 bolívares que me pagaron de jubilación en la última quincena, compré dos cajas de losartán y se me acabó la plata. Con esta caja hago $5, compro un kilo de pollo y dos plátanos o un kilo de arroz. Luego salgo otra vez a la calle a seguir vendiendo, hasta que el cuerpo aguante”, señala.

No queda otra opción más que salir

Convite proyecta que la proporción de adultos mayores que volvieron al mercado laboral aumentó de 25 % a 38 % entre 2021 y 2022. De ese porcentaje, al menos 20 % trabaja en la informalidad, bien sea vendiendo productos en la calle o con emprendimientos propios para cubrir sus gastos o colaborar con el hogar.

Observamos cómo ha aumentado la cantidad de adultos mayores vendiendo en la calle, en mercados. Que ponen para vender cualquier cosa, con una mesita y una silla vendiendo caramelos, cigarros. Se ve cada vez con mayor frecuencia, asegura Edgar Silva, coordinador del Comité de Derechos Humanos para la Defensa de Pensionados, Jubilados, Adultos Mayores y Personas con Discapacidad.

Personas como Ernesto Aguado*, quien trabajó por más de tres décadas en el Instituto Nacional de Vivienda (Inavi), reconocen que ingresar a este “mercado” laboral no es sencillo. El primer paso, y el más difícil, es superar la pena. No es fácil para uno, ya viejo, reconocer que ya no puede más y que necesita buscar cómo seguir adelante.

adultos mayores

En sus recorridos entre la avenida San Martín y el centro de Caracas (que puede llegar a hacer incluso un domingo, si lo necesita) le reconoce a sus clientes que necesita el dinero para comprar comida. Por seguridad, asegura, vender los caramelos en el Metro no es una opción.

La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) proyecta que al menos 8 % de la población del país tiene más de 65 años y la proporción es mayor en zonas urbanas (10 % en Miranda y 11 % en Distrito Capital, por ejemplo). 90 % de ellos, sin embargo, viven bajo el umbral de pobreza.

Si bien el gobierno de Nicolás Maduro y algunas firmas proyectan que la economía venezolana crecerá este año, las condiciones de los adultos mayores siguen en deterioro. El costo de vida sigue aumentando, la salud se deteriora y, aún teniendo familiares que apoyen, este segmento de la población tiene necesidades distintas, que pueden llegar a ser más costosas y muchas veces sobrepasan las capacidades de cualquier familia.

La principal ayuda que yo necesito es la moral. Esa que pierdo cuando veo cuánto me depositan por tantos años de trabajo y que trato de recuperar todos los días con mi esfuerzo y dando una sonrisa a quienes me compran”, añade Ernesto.

Con información de Crónica Uno