Después de pasar una noche divertida con sus amigos, Alison Botha había regresado a su departamento. Tenía 27 años y corría el año 1994. La chica caminaba por las calles desiertas de Porth Elizabeth, Sudáfrica. Cuando detuvo su auto ya casi en la puerta de su casa, un hombre con un cuchillo irrumpió en su vehículo.
Alison era una típica joven sudafricana cuando ocurrió el incidente. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía diez años. Creció en Port Elizabeth con su madre y su hermano. Después de su graduación, salió a recorrer el mundo. Al volver a Sudáfrica, empezó a trabajar como corredora de seguro. El 18 de diciembre de ese año, Alison había pasado reunida con sus amigos en las playas de Sudáfrica.
Esa noche, Alison estaba ansiosa por meterse en la cama después de una ducha fría, así que se detuvo y se estiró para sacar su ropa limpia del asiento del pasajero y llevarla arriba. Fue entonces cuando sintió una ráfaga de aire cálido que entraba a su coche.
El inicio del horror
La puerta del auto se había abierto de par en par, y parado frente a ella estaba un joven flaco, alto y rubio. Inmediatamente, Alison vio el reflejo de la hoja plateada del cuchillo.
El hombre armado irrumpió en su vehículo y la obligó a subirse con él. Ese fue el principio de su infierno.
El hombre exigió que la entonces joven de 27 años se moviera al asiento del pasajero mientras tomaba su lugar detrás del volante. Así Alison quedó atrapada dentro de su propio auto.
El atacante trabó las puertas del coche y sin mediar palabras, se dirigió hasta unas pocas cuadras para levantar a su cómplice. El plan macabro y criminal ya se había iniciado.
Alison llegó a sugerirle al hombre que se llevara su coche y todo su dinero, pero él se negó y siguió conduciendo hasta que se encontró con un hombre parado en una esquina cercana. Se trataba de Thenus, que subió al asiento trasero del vehículo.
Los hombres, luego identificados como Frans du Toit y Theuns Kruger, llevaron a la aterrorizada mujer a un área desierta en las afueras de la capital sudafricana. Alison no pronunció palabra, apenas caían algunas lágrimas de sus ojos. Temía lo peor. Y eso es lo que iba a suceder.
Mientras la llevaban secuestrada hacia el descampado, Frans du Toit y Theuns Kruger le dijeron a Alison Botha que iban a tener sexo con ella. Le preguntaron si lucharía contra ellos, aterrorizada, Botha dijo que no.
Violación y el crimen que no fue
En ese descampado, los dos hombres violaron brutalmente a Botha , la destriparon y le cortaron la garganta tan profundamente que casi le arrancan la cabeza. Le propinaron unas 50 puñaladas en todo su cuerpo. Los gritos de Alison no pudieron ser escuchados por nadie.
Pero por algún milagro ella siguió respirando. “Me di cuenta de que mi vida era demasiado valiosa para dejarla ir -confesó, Alison muchos años después-. Y eso me dio el coraje para sobrevivir”.
Botha fue apuñalada 30 veces en el abdomen. Ella recuerda cómo du Toit había expresado querer mutilar sus órganos reproductivos. Cuando se disponían a dejarla por muerta, la pierna de Alison se contrajo, y fue entonces cuando decidieron cortarle la garganta 20 veces.
“Todo lo que pude ver fue un brazo moviéndose sobre mi cara. Izquierda y derecha e izquierda y derecha. Sus movimientos hacían un sonido. Un sonido húmedo, era el sonido de mi carne siendo cortada. Estaba cortando mi garganta con el cuchillo. Una y otra y otra vez”, recordó Botha una vez que pasó el shock.
Ninguna de las puñaladas dio en partes vitales del cuerpo, y la adrenalina generada por su cuerpo impidió que Alison sintiera dolor y se diera cuenta de lo mal que estaba herida. Las vías respiratorias de Alison estaban destrozadas, y lo que le facilitaba la respiración era uno de los agujeros del cuello que le llevaba el aire a los pulmones.
“Se sentía irreal pero no lo era. No sentí dolor, pero no era un sueño. Esto estaba sucediendo. El hombre me estaba cortando la garganta”, relató Alison, la mujer que logró sobrevivir a su propio femicidio.
Cómo sobrevivió Alison
Por algún milagro, Botha seguía viva y consciente a pesar del cuerpo destrozado y de la gran cantidad de sangre que había perdido.
Los hombres se alejaron satisfechos de que Alison había sido asesinada. “Nadie puede sobrevivir a eso”, dijo uno de ellos a medida que se alejaban del descampado cubiertos de la sangre de la joven.
Pero Botha aún respiraba y ella iba a sobrevivir. Después de escribir los nombres de sus atacantes en la arena, vio faros a través del follaje y supo que tenía que llegar a la ruta.
Tras dejar de escuchar la voz de sus captores, Alison se puso de pie y sintió que su cabeza rodaba hacia atrás, casi había sido decapitada por las 16 puñaladas en el cuello. Y a medida que avanzaba, podía sentir que algo sobresalía de su abdomen: sus intestinos colgaban.
Apenas con vida, Botha se tambaleó hasta el camino usando una mano para evitar que sus órganos se derramaran y otra mano para mantener su cabeza en su lugar.
“Mientras luchaba hacia adelante, mi vista se atenuó y se desvaneció y me caí muchas veces, pero logré levantarme nuevamente hasta que finalmente llegué a la ruta”, recordó Alison muchos años después.
Alison se tumbó en el asfalto a esperar que alguien le ayudara. El primer vehículo que pasó vio su estado y decidió no detenerse. Poco después, un segundo vehículo se detuvo y la persona que vio el estado de Alison comenzó a vomitar. Finalmente se llamó al servicio de emergencias, pero sólo llegó después de 1 hora.
Afortunadamente, antes un joven estudiante de veterinaria llamado Tiaan Eilerd, que estaba de vacaciones en Port Elizabeth en ese momento, vio a Botha tirada desvanecida tras el esfuerzo. Su estudio le permitió volver a meter la tiroides expuesta de Botha dentro de su cuerpo antes de la llegada de la ambulancia.
Alison identificó a los atacantes en las fotos de los archivos policiales y la policía los detuvo ese mismo día. En ese momento, la prensa los denominó “Violadores destripadores.
Tanto du Toit como Kruger se declararon culpables de ocho cargos que incluyen secuestro, violación e intento de asesinato. Fueron condenados a cadena perpetua en agosto de 1995.
Los dos atacantes se identificaron como satanistas, que promulgaron abusos rituales. “Satanás realmente trató de robarme la vida”, diría Alison mucho años más tarde.
Alison después del ataque
Las cicatrices emocionales permanecieron con Alison mucho después de que sus heridas sanaron y supo que tenía que enfrentar lo que le había sucedido.
Cuando le dieron el alta, su cuerpo estaba en perfecto estado, pero las laceraciones en el útero hicieron que los médicos concluyeran que nunca podría quedarse embarazada. Hoy en día, Alison Botha es madre biológica de dos hijos, superando otra barrera más, ya que era médicamente imposible quedarse embarazada.
Alison conoció a su pareja Tienie Botha en 1995, apenas un año después del ataque. Se unieron a través de sus terribles experiencias compartidas. Tienne sufría de depresión como resultado de un trauma infantil no resuelto, y Alison también luchaba en ese momento para salir a flote.
“Creo que nuestra desesperación mutua fue la base de nuestra amistad cada vez más profunda a medida que nos ayudábamos a salir de la oscuridad. Fue lo más natural para nosotros hablar sobre el futuro, sabiendo que pasaríamos el resto de nuestras vidas juntos”, se emocionó Alison al contar su historia de amor.
La pareja se casó en febrero de 1997. Dieron la bienvenida a su primer hijo, Danial , en noviembre de 2003 y a su segundo hijo , Matthew, en noviembre de 2006. “Ser madre es lo más importante que he hecho en mi vida, saber que en realidad se trata de otra persona es una experiencia increíblemente aleccionadora”, cuenta Botha.
En una de sus entrevistas, dijo que algún día le gustaría compartir su pasado con sus hijos. Según ella, es mejor que se enteren de todo por ella que por un libro o una producción televisiva. Sin embargo, también dijo que espera a que le pregunten antes de hablar al respecto.
“Mi hijo mayor tenía unos cinco años cuando preguntó por la cicatriz en mi cuello. Solo dije: ‘Mami se lastimó y, a veces, cuando te lastimas, después te queda una cicatriz’. Y eso fue suficiente. Se guían en lo que son capaces de digerir. A medida que crecen y pueden comprender más, han querido saber más”.
Desde ese momento, tras salir del shock inicial, Botha contó su historia en más de 35 países y es una de las primeras mujeres de Sudáfrica en hablar públicamente sobre la violación. De esa manera, Alison ayudó a innumerables sobrevivientes a presentarse y contar sus historias también.
“El ataque que sufrí me puso en este camino donde puedo viajar por el mundo y ayudar a inspirar a otras personas”, dijo Botha sobre su nuevo objetivo en la vida.
Durante los encuentros con otras víctimas de ataques sexuales, Alison sostiene: “Recuérdate a ti mismo que no tienes que responsabilizarte por lo que otros hacen. La vida no es una colección de lo que te sucede, sino de cómo respondes a lo que te sucedió”.
Desde entonces, la joven escribió dos libros. En 2016, su historia de supervivencia cobró vida en la película “Alison”. Y hoy en día, sigue siendo considerada una de las oradoras motivacionales más inspiradoras del mundo.
Con información de Infobae