En las cárceles venezolanas, donde el uso de celulares está prohibido, se ha revelado un perturbador modus operandi por parte de los delincuentes privados de libertad. A través del contrabando, los reclusos obtienen teléfonos inteligentes que les permiten realizar llamadas, enviar mensajes y acceder a correos electrónicos.
Su objetivo es engañar a usuarios en línea para robarles dinero. Este texto explora cómo se lleva a cabo esta actividad delictiva desde las prisiones y las implicaciones que tiene para las víctimas y la seguridad en línea.
Los delincuentes en prisión obtienen los dispositivos móviles de diversas maneras, ya sea mediante visitantes, personal penitenciario e incluso otros reclusos. A menudo, estos celulares son robados y utilizan los contactos almacenados en ellos para llevar a cabo estafas, extorsiones y amenazas.
El hackeo de correos electrónicos es una de las formas más comunes de robar datos, ya que allí se encuentra una gran cantidad de información personal. Los criminales se hacen pasar por funcionarios de organismos gubernamentales o empleados de empresas de telecomunicaciones para obtener datos sensibles de sus víctimas.
Accediendo a las cuentas bancarias de las personas a través del correo electrónico, los delincuentes pueden aprovecharse de la información de contacto, las redes sociales y las plataformas a las que las víctimas están suscritas. Utilizan tácticas como phishing, enviando correos electrónicos con enlaces fraudulentos, o mensajes por WhatsApp ofreciendo la venta de dólares falsos.
Los reclusos que tienen acceso a un celular pueden cometer diversos delitos informáticos, incluyendo el acoso y la sextorsión.
Además de los delitos en línea, desde la prisión se pueden planificar y ordenar robos, secuestros e incluso asesinatos. Los pranes, líderes de bandas delictivas en prisión, tienen aliados fuera de las cárceles que ejecutan sus órdenes.
Estos actos violentos son motivados por venganza y para ejercer poder. Los reclusos planifican los delitos desde sus celdas y se encargan personalmente de amenazar a los familiares de las víctimas.
En muchos casos, los delincuentes continúan su actividad criminal incluso estando tras las rejas, aprovechando la corrupción y el miedo que imponen.
La revelación del modus operandi de los delincuentes desde las cárceles venezolanas a través de plataformas digitales pone en evidencia la existencia de una grave problemática en el sistema penitenciario.
El uso ilegal de celulares permite a los reclusos perpetrar estafas, extorsiones y amenazas en línea, afectando la seguridad y la confianza de los usuarios. Además, la planificación de delitos violentos desde las prisiones muestra la persistencia de las bandas criminales y la corrupción en el sistema carcelario.
Es crucial fortalecer las medidas de seguridad y control en las cárceles para prevenir estos delitos, así como promover la conciencia y la educación en materia de ciberseguridad para proteger a los ciudadanos de las acciones delictivas en línea.