En las comunidades costeras de Choroni y Chuao en el estado de Aragua, Venezuela, las mujeres están rompiendo barreras y retomando el agotador trabajo de la pesca. Durante mucho tiempo relegadas a tareas domésticas en albergues, pensiones y comedores, estas mujeres se han ganado el respeto de los hombres y ahora trabajan codo a codo con ellos, enfrentando desafíos diarios para pescar miles de libras de pescado.
La crisis económica y la pandemia del coronavirus han empeorado sus condiciones de vida, llevándolas a buscar nuevas oportunidades en esta tradición familiar o iniciar carreras en la pesca para sobrevivir.
En las primeras horas de la madrugada, se congregan decenas de personas alrededor de más de 50 botes a lo largo de la vasta costa caribeña de Venezuela.
Aunque la mayoría son hombres, cada vez más mujeres se suman a esta labor. Algunas de ellas se unen a tradiciones familiares de pesca, mientras que otras inician nuevas carreras después de perder sus empleos debido a la prolongada crisis del país.
El trabajo de pesca es físicamente exigente y agotador, con jornadas de cinco turnos consecutivos de 12 horas. Aunque el salario de $8 por día es solo una fracción de lo necesario para cubrir los gastos básicos de una familia venezolana, es más que el salario mínimo nacional de $5 al mes.
A pesar de las dificultades, las mujeres de Choroni y Chuao han ganado el respeto de los hombres con quienes trabajan, demostrando su valía en la captura de miles de libras de pescado al día.
Los pescadores y pescadoras forman equipos de cuatro o cinco botes. Comienzan lanzando una red grande con cebo en el medio y la monitorean regularmente. Cuando identifican un área con peces, el equipo lanza una red más pequeña y comienza a cerrarla, acercando los botes para transferir los peces. El pescado se vende en el mercado cercano el mismo día.
Este trabajo requiere paciencia, agilidad y coraje, ya que los accidentes pueden poner en peligro la vida y las extremidades tanto de hombres como de mujeres.
Carolina Chávez, pescadora de tiempo completo, estuvo a punto de perder su mano izquierda en un accidente, pero debido a la falta de opciones y la necesidad de sustento para su familia, volvió a la pesca poco después de recuperarse.
Aunque la pesca es una fuente de subsistencia importante para las mujeres aragueñas, vivir exclusivamente de esta actividad es casi imposible debido a los bajos salarios y las condiciones económicas precarias. Por lo tanto, muchas mujeres complementan su trabajo en la pesca con otras actividades, como limpiar y procesar pescado, enseñar clases o emprender proyectos relacionados con cultivos regionales, como el cacao.
En estas comunidades costeras, las mujeres se apoyan mutuamente y garantizan que ninguna se quede sin turno de pesca debido a las responsabilidades familiares. A pesar de la mentalidad machista prevaleciente, la solidaridad y el apoyo entre las mujeres son fundamentales para superar los desafíos y mantenerse activas en esta labor.
El aumento de la participación de las mujeres aragueñas en la pesca es un ejemplo de su valentía, determinación y resiliencia en medio de la adversidad, y es un testimonio de su fortaleza y unidad en la búsqueda de un sustento para sus familias.