El muelle turístico de Turbo se ha convertido en un cruce de caminos para miles de migrantes venezolanos que, con la esperanza de alcanzar el sueño americano, se enfrentan a la incertidumbre y el temor de cruzar la peligrosa selva del Darién. Sin embargo, muchos deciden abandonar su travesía y establecerse en Colombia, buscando seguridad y estabilidad para sus familias.
Historias de miedo y decisión
María Alfonso Ollarve es una madre venezolana que, tras migrar hace seis años por necesidad, ha encontrado un nuevo hogar en Turbo. Sentada en su puesto de trabajo donde vende cigarrillos, café y aperitivos, relata su experiencia y su rechazo a regresar a Venezuela bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Su plan original era cruzar la selva del Darién para llegar a Estados Unidos, pero el miedo por su vida y la de su hijo la detuvo.
“Cuando llegué a Turbo, una muchacha me dijo que una persona se había torcido el pie y caído por un precipicio, y otra había llegado a la frontera sin su bebé”, comenta María, explicando su decisión de quedarse en Colombia.
El Puerto en el Darién de las esperanzas y las dificultades
El muelle de Turbo recibe y despide diariamente a cientos de migrantes que, con la esperanza de un futuro mejor, se enfrentan a las dificultades económicas y los peligros del trayecto. Varias empresas turísticas ofrecen paquetes que incluyen guías para cruzar la selva hasta la frontera con Panamá. Sin embargo, el alto costo de estos paquetes y la falta de recursos obligan a muchas familias a prolongar su estancia en Turbo.
Aldeas Infantiles ha instalado una carpa en el muelle, ofreciendo protección y asistencia a niños y familias migrantes. Laura Dorado, profesional técnica de la Dirección de Proyectos, destaca la importancia de este apoyo para aquellos que deciden quedarse en Colombia.
La Dura Realidad de Nakari Medina
Nakari Medina es otra madre venezolana que llegó a Turbo con la intención de cumplir el sueño americano junto a sus dos hijas y su marido. Sin embargo, la falta de dinero para pagar un paquete de 350 dólares los obligó a regresar al muelle de partida tras cuatro días de espera en Acandí. “Migré por salud, me diagnosticaron cáncer de cérvix en 2022 y necesito controles regulares”, explica Nakari, quien ahora vende empanadas venezolanas para subsistir mientras espera que regularicen sus papeles y sus hijas puedan asistir a la escuela.
La Esperanza de un Viaje Incierto a través del Darién
Muchos migrantes esperan en las costas a que ocurran los llamados “barridos”, en los que se llevan a las personas con lo que tengan en la mano, cobrando desde 70 hasta 20 dólares por guiarlos hasta la frontera. Nakari Medina describe su experiencia: “Nosotros estuvimos en Acandí, pero como no teníamos el dinero completo y hubo un escándalo con paisanos venezolanos, nos regresaron a todos”.
Mientras espera en Turbo, Nakari se esfuerza por proporcionar una vida digna a sus hijas, quienes aún deben adaptarse a su nueva realidad. “Ellas no saben estar con otros niños, les cuesta socializar”, dice, reflejando la difícil situación de los migrantes que buscan estabilidad en un país extranjero.
El puerto de Turbo, aunque lleno de incertidumbre y desafíos, se ha convertido en un refugio para aquellos migrantes venezolanos que, ante el miedo y las dificultades, optan por establecerse en Colombia. Sus historias de lucha y esperanza destacan la complejidad de la migración y la necesidad de apoyo y comprensión para quienes buscan una vida mejor lejos de su país de origen.