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Vecinos de Brisas del Lago siguen esperando reubicación tras 14 años de inundaciones

En Brisas del Lago, al sur de Maracay, la situación se torna cada vez más crítica. Las aguas contaminadas del lago Los Tacarigua inundan constantemente las viviendas, obligando a los pocos vecinos que aún resisten a vivir en condiciones insalubres. A pesar de las promesas y la reubicación parcial de algunas familias, muchos siguen atrapados entre aguas negras, esperando una solución definitiva por parte de las autoridades.

El origen de la crisis

El problema que afecta a Brisas del Lago comenzó hace 14 años, cuando la crecida del lago Los Tacarigua provocó graves inundaciones en varios sectores de la zona, siendo la calle Lara una de las más perjudicadas. Desde entonces, muchos propietarios decidieron abandonar sus viviendas, buscando refugio en casa de familiares o alquilando en otras áreas. Sin embargo, tres familias permanecen en la calle Lara, entre ellas la de Jacqueline Rodríguez, quien no ha podido encontrar otro lugar donde vivir.

Jacqueline, madre de dos niñas de ocho y tres años, relata cómo su casa ha estado inundada desde el año pasado. La falta de mantenimiento en las tuberías y la constante subida del nivel del lago han agravado la situación. “Mis hijas han enfermado varias veces. No quiero que pasen por esto de nuevo”, expresa con desesperación, mientras espera una reubicación que parece no llegar.

Estrategias de supervivencia

Ante la ausencia de acciones concretas por parte del gobierno local, los vecinos han tenido que improvisar soluciones para evitar que el agua contaminada siga ingresando a sus hogares. Uno de estos ejemplos es Leonardo Rojas, quien ha vivido en la comunidad desde 1976 y decidió construir un gavión en su casa. Se trata de una estructura improvisada con piedra y tierra que ayuda a contener el agua y minimizar los daños.

“Cada día la situación empeora, y aunque han reubicado a algunas familias, muchos seguimos aquí, pendientes de que nos toque el turno”, comenta Rojas, mientras observa cómo el agua verde se acumula frente a su vivienda.

Además de los gaviones, los vecinos han levantado pequeños puentes de madera para poder desplazarse entre sus casas sin tener que caminar por el agua contaminada. Estas soluciones, aunque precarias, son la única barrera entre sus hogares y las aguas negras que los rodean.

Promesas y frustraciones

En mayo de este año, las autoridades municipales de Girardot reubicaron a tres familias de la calle Lara en el urbanismo Antonio Ricaurte, en Mario Briceño Iragorry. Sin embargo, Jacqueline y otras dos familias siguen esperando su turno. “Nos han dicho que tenemos que esperar”, comenta Jacqueline, quien señala que la última visita de los representantes de la Unidad de Batalla Bolívar-Chávez (UBCh) fue en esa fecha.

El gobierno local informó en julio que había enviado cuadrillas para “optimizar” los servicios públicos en Brisas del Lago. No obstante, los vecinos de las zonas más afectadas, como la calle Lara, aseguran que las labores no llegaron a las áreas más perjudicadas por la crecida del lago. Para ellos, la solución real es la reubicación, una esperanza que parece diluirse con el paso del tiempo.

Un futuro incierto

Las condiciones de vida en Brisas del Lago han empeorado significativamente. La acumulación de aguas negras, la falta de mantenimiento y la inacción de las autoridades han colocado a estas familias en una situación límite. Las enfermedades, la pérdida de electrodomésticos y el deterioro de las viviendas son parte de su día a día.

A pesar de todo, los vecinos de la calle Lara mantienen la esperanza de que finalmente serán reubicados y podrán dejar atrás este calvario. Mientras tanto, siguen sobreviviendo entre el agua contaminada, esperando que las autoridades cumplan con su promesa.

El drama que viven los habitantes de Brisas del Lago es un reflejo de la grave crisis de infraestructura que afecta a muchos sectores de Venezuela. La falta de una solución rápida y efectiva por parte de las autoridades ha condenado a estas familias a vivir en condiciones insostenibles. La reubicación, aunque lenta, sigue siendo su única esperanza para recuperar una vida digna y segura.