La crisis económica en Venezuela no solo ha provocado una migración masiva, sino que también ha implicado la fuga de una parte significativa de su capital humano. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al menos el 30 % de los casi ocho millones de migrantes venezolanos que han dejado el país son profesionales con títulos universitarios, lo que evidencia un duro golpe para el desarrollo económico y social de la nación.
El éxodo de venezolanos profesionales: una pérdida inestimable
Los primeros flujos migratorios venezolanos estuvieron marcados por la salida de personas altamente calificadas, en busca de mejores oportunidades laborales. La realidad económica venezolana, con una pérdida acumulada de aproximadamente el 80 % de su Producto Interno Bruto (PIB), dejó a médicos, ingenieros y docentes sin condiciones dignas para ejercer sus profesiones.
Mientras un médico en Venezuela percibe entre 200 y 300 dólares mensuales, en países como Colombia esta cifra se triplica, alcanzando entre 700 y 800 dólares. Esto ha incentivado la emigración de profesionales que buscan un sustento acorde con su preparación.
La educación superior: un sector en crisis
El éxodo masivo de profesores universitarios ha golpeado al sector educativo de forma significativa. Según datos de 2020, el 40 % de la planta profesoral de las universidades venezolanas había abandonado el país. La fuga de talento no se limita a las aulas, ya que de los 13.000 investigadores registrados en 2014, solo quedaban 3.000 en 2020, según un informe de Deutsche Welle.
Esta pérdida de personal docente y científico no solo afecta la calidad educativa, sino que también ralentiza la innovación y el desarrollo económico.
La industria también enfrenta la escasez de talento de venezolanos
El impacto del éxodo profesional se siente en todos los sectores económicos. En la manufactura, los salarios para personal obrero rondan los 223 dólares mensuales, mientras que los técnicos y profesionales reciben un promedio de 437 dólares. Estas cifras, aunque han mostrado incrementos marginales, son insuficientes para competir con los salarios ofrecidos en el exterior.
La falta de personal capacitado limita la productividad y la competitividad de las industrias venezolanas, lo que perpetúa el ciclo de precariedad económica.
Un futuro incierto para Venezuela
La fuga de capital humano representa un obstáculo monumental para el desarrollo de Venezuela a mediano y largo plazo. La salida de profesionales altamente calificados afecta directamente la economía, la educación y la industria, generando un vacío difícil de llenar.
Si bien las políticas públicas han intentado mitigar la crisis, como el llamado a docentes jubilados para retornar a las aulas, estas medidas no atacan la raíz del problema: la falta de condiciones dignas para el ejercicio profesional.
La recuperación del país dependerá en gran medida de la capacidad de retener y atraer nuevamente a su talento humano, una tarea que requerirá un esfuerzo coordinado entre el Estado, la empresa privada y la sociedad civil.
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