La magnífica cúpula de la Basílica de san Pedro, proyectada por el gran Miguel Ángel, es sostenida por cuatro enormes pilares, que miran hacia el altar.
Cada uno de estos pilares está constituido por un pequeño balcón y un nicho que contiene la imagen de un santo: santa Verónica, san Andrés, santa Elena y san Longinos.
¿Y por qué se encuentran estos santos?
Simplemente porque las columnas son grandes relicarios. Se dice que en el balcón de Santa Verónica encuentra muy bien custodiado el velo con el que la santa enjugó el rostro ensangrentado de Jesús camino del Calvario, quedando la imagen de su rostro impresa en la tela.
En la columna con la estatua de san Andrés, se conservaba el cráneo del santo apóstol, hermano de san Pedro, ya no se encuentra más porque el papa Pablo VI la devolvió a Patrás, en Acaia, donde hoy se conserva en la iglesia dedicada al santo, edificada en el lugar de su martirio.
En la columna de san Longinos se dice que se conserva la lanza con la cual el centurión Cayo Casio Longinos, que estaba al mando de los soldados romanos en la Crucifixión de Jesús, atravesó el costado de Cristo.
En el pilar de santa Elena, se encuentra una parte de la verdadera Cruz de Jesucristo, que ella misma hizo traer de Jerusalén. Elena después de hacer destruir un templo pagano que se encontraba arriba del sepulcro se encontró con tres cruces y el “Titulus Crucis” y que para reconocer cuál de ellas era acercó los leños a una mujer moribunda que milagrosamente quedó curada inmediatamente después al contacto de la “verdadera Cruz”.